martes, 23 de noviembre de 2010

Entraste velozmente y casi como un estallido implotaste en mi tímpano callado y calmo que no esperaba tu aleteo profundo, preciso.

Cada vez que chocabas, yo lo sentía, porque tus alas hacían una breve pausa, un intervalo en aquella milésima de segundo donde todo y nada sucedían simultaneamente. En ese microsegundo de no aletear yo oía el más grande suspiro , el sonído sucumbía en mí , el silencio.

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verdades